Los rebaños del cíclope

Los rebaños del cíclope

Por Sergio Infante

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Sinopsis

Casi toda una vida en Suecia le dan la autoridad de un chileno distante y distinto, un poeta y profesor de literatura que puede crear personajes desajustados, desadaptados, divertidos, raros y heroicos o semi heroicos, que miran a Chile desde una perspectiva un poco fantasmal. En un registro realista, casi híper realista, Sergio Infante (1947) ha creado en "Los rebaños del cíclope" una alegoría de esas distancias. El narrador estáredactando un catálogo sobre la vida y obra del pintor Santiago Ximénez, y al reconstruir al personaje, comprende que ese relato lo obligaráa descubrirse a símismo, a develarse. En cuanto al pintor Ximénez, "para la mayoría, su historia personal se limitaba a la del tipo a quien los militares se habían llevado en un camión y había vuelto con vida (...)¿No seráun traidor?¿Habrádelatado?". Una de las zonas más precisas de la novela es el mundo de los traumados chilenos de Suecia: uno de ellos, que trabaja como barrendero ocasional, se encargará-por encargo del partido- de revisar el cuaderno Orión del psiquiatra Nordenflycht y decidir si la colonia chilena puede o no confiar en el galeno. Mientras revisa las historias clínicas, para no ver tanta marca en el alma de los refugiados políticos, el espía ocasional suspira por vislumbrar algún secreto de alcoba. Pero sólo encuentra la paranoia de los enemigos del general, y su propia necesidad de no sentirse derrotado. Una novela compleja e intensa, de muchos personajes: "Unos ejercen su vocación hasta elúltimo día, otros se inventan nuevos oficios para salir a flote o resisten y dan susúltimas batallas en los vertederos de la locura. Son los rebaños del cíclope: la oveja y don Nadie que escapa bajo el vellón, creyendo haber cegado, por fin, aquel ojo de perpetuidad inexorablemente ubicua", afirma el editor. Los personajes de Sergio Infante no sólo están en Chile y Suecia, sino en un viaje iniciático por América, y pueden recalar en Nicaragua o en una prisión de Marsella. En el mismo puerto donde hicieron prisionero, según Dumas, al Conde de Montecristo. "A míme importaba mucho más la conciencia que (Adán) tenía de su desnudez. Para un empelotado como yo, eso era de suma importancia. Adán se convertía en el modelo perfecto porque yo -después de sentirme fracasado en las tres P, como político, como padre, como profesional- estaba aprendiendo a solazarme con mi propio empelotamiento", escribe Infante. (Diario La Nación, Chile)

Sergio Infante